CAPÍTULO XXII: Desconcierto

En 24 horas mi vida ha sufrido un desorden tremendo. Ayer me levanté soñando con ella y el día se truncó hasta llegar a una situación tensa de la que no salimos bien parados ninguno de los dos. No sé que va a pasar entre nosotros. Después de tanto tiempo hablando, me da miedo la posición donde nos  encontramos. No sé nada. No sé si habrá normalidad o desatención, no sé si habrá frialdad o no habrá más palabras.

Ayer me fui a dormir con una sensación extraña. Me faltó la conversación de toda la vida con ella. Su despedida, sus cosas. La eché de menos. Pese a la lejanía siempre la he sentido muy cerca, me ha echo muy feliz. Nuestra amistad está tambaleando y yo estoy temblando por saber que pasará. Hace poco escribí que todo estaba de maravilla. Ella, yo, nuestra relación. No doy crédito a lo que está pasando. No paro de recordar momentos con ella, mirar sus fotos sin la certeza de saber si esos instantes podrán repetirse de nuevo. Llegó hasta tal punto todo que me dormí mirando una foto suya.

Habíamos construido algo precioso, inimaginable. No era una simple amistad, era todo. Nos teníamos para cualquier cosa, desde la más mínima tontería hasta las cosas importantes. Siempre, el uno para el otro, las veinticuatro horas del día. Es imposible que en este momento no sienta un vacío gigantesco en mi. No sé si la he perdido. He enumerado en multitud de ocasiones como es y puede que pierda a la chica más importante de mi vida.

En cuanto a lo personal, no me imagino un día a día de mi vida sin tener una conversación con ella. Sin sus expresiones, sus buenos días, su voz. No creo que conozca a nadie como AJ y lleguemos a ese punto que he mencionado. Lo peor de todo es que pienso que ella también me tiene cariño. Nos queríamos los dos. No de la misma manera, pero nos queríamos y al fin y al cabo, con eso bastaba para que cualquier problema que nos pasara a uno de los dos afectará al otro. Era un vínculo precioso, de matrícula de honor. Dudo que con otra persona pueda llegar a esos extremos.

Ayer la situación la viví con incredulidad, hoy la estoy viviendo con miedo. Quiero estar como estábamos siempre. Daría lo que fuera por estar como antes, pero no voy a mendigar nada. Si me quiere apartar de su vida y olvidarme después de todo, es que algo hice mal. No voy a culparla de nada. Tampoco me gustaría que me hablara por pena. Aunque si quiere seguir como siempre, me haría el chico más feliz del mundo.

He escrito está nota tiritando y estoy convencido que ella tampoco lo está pasando bien con este tema. No sé si le da la misma importancia que yo, pero conociéndola como la conozco, sé que le fastidia el ambiente enrarecido que hay entre nosotros. Si pudiéramos hablar el asunto cara a cara, en cinco minutos llegaríamos a una solución. No quiero dejar de hablar con ella. No entra en mi cabeza esa opción, pero vuelvo a repetir que si su deseo es ese, no la voy a molestar más.

Realmente siento pena, porque hemos vivido cantidad de momentos. No nos hemos visto nunca, pero hemos compartido una suma de instantes maravillosos. Echo la vista atrás y se me ponen los ojos llorosos. He leído y releído cien mil veces la conversación acelerada de ayer. No me entra en la cabeza que por una cosa como la que nos pasó, todo esto se vaya al garete. No sé como hemos llegado a este punto cuando hace 36 horas todo era idílico. No sé si fuimos, somos o seremos. No sé en que fase estamos.

Espero que no, pero si esto es el final de lo nuestro, queridísima AJ, te quiero dar las gracias. Gracias por compartir tu vida conmigo, por hacerme reír, por esas largas noches que se convirtieron en madrugadas, por enseñarme tanto, por dejarme ocupar un lugar importante en tu vida, por los consejos que me diste y me dejaste dar, por llegar incluso a quererme y a importarte, por contarme esas cosas que no se pueden contar y escuchar mis secretos, por hacerme sufrir en un momento malo tuyo, por reírte de mi, por bromear conmigo y vacilarme, por ser diferente, por ser especial, por asumir ese papel después de mi confesión, por el cariño, por la paciencia cuando intentaba que vieras las cosas que no querías ver o cuando me hacía muy pesado, por la confianza, por dejarme verte aquellos días y ver por donde te mueves, por estar siempre ahí, por aparecer en mi vida. Gracias por dejarme que te pusiera motes, por hacerme entender que significa querer, por hacerme pensar en ti, por hacerme tener ganas de ir a verte, por hacerme hasta plantear irme a tu ciudad a estudiar, por tu sinceridad, por tentarme a comer lo que comes y simular que te guardabas un poco para mi, por "invitarme" a cada cosa divertida que hacías, por provocarme ganas de abrazarte e incluso besarte, por hacerme imaginar que algún día podría convertir en realidad todas las ideas que tengo pensadas para ti. Gracias por dejarme ver la mejor sonrisa del mundo, por preguntarme mi opinión, por dejarme ver tu pelo, por regalarme tantas fotos. Gracias por tu interés en mi y en ver mi entorno, por decirme te quiero o por decirme no yo te quiero más, por tus emoticonos que me hacían sentir el chico más afortunado del planeta, por decirme "llévame" cuando yo tenía algún plan interesante que te gustaba. Gracias por ser así como tu eres, por tu sinceridad y por hacer que no pueda imaginarme una vida sin ti. Gracias por dejarme ver a tus amigas y conocer a tus amigos, gracias por hacer que quisiera ir a ver un partido del equipo de tu ciudad contigo, por pensar que podríamos dar juntos unas patadas a un simple balón. Gracias por hacer que me abriera, que mi madre y mi hermano te conocieran. Gracias por volver a revivir mi infancia y tener una hucha con dinero para ir a verte. Gracias por hacerme ver la vida diferente, por enseñarme tu ropa, la música que escuchas y enseñarme tus peluches. Gracias por hacerme siempre ir al sitio donde te conté todo, por hacerme sentir orgulloso de tus notas en los exámenes, por esos sueños que tuviste conmigo. Gracias por hacerme partícipe de tus problemas familiares, por hablarme de tus padres, tu hermana y tus primas, por presentarme a tu loro y hacer que me diera envidia cuando le dabas cariño. Gracias por cruzarte en mi camino y hasta por hablarme de tu novio. Gracias por lo nervioso que me has puesto, las veces que he temblado pensando en ti o las veces que se me cortaba la voz y tenía que hacer tropecientas veces el mismo audio hasta enviarte el que me quedaba mejor. Gracias por cada suspiro que has provocado, por decirme que era diferente a los chicos de tu ciudad, gracias por decirme que llegaste a pensar que te quería más que tu novio. Gracias por la insistencia de aquel 25 de septiembre, por tu interés en saber que me pasaba y conocer mis sentimientos. Gracias por que desde la lejanía me hiciste sentir el niño más feliz de todos. Gracias por la felicitación de mi último cumpleaños, por hacerme llorar y reír a la vez. Gracias por hacerme pensar que algún día podríamos ir a cenar a cualquier sitio y después salir de fiesta juntos. Gracias por aquella vez en que estabas mal con tu novio y uno de esos chicos y dijiste que yo era tú único amante. Gracias por tenerte ahí siempre. Gracias por siempre decirme buenos días (hoy los he echado mucho en falta). Gracias por aquella vez en la que me hiciste sentir deseado, por animarme en mis días malos o en los exámenes en los que me jugaba la vida, por haberme echo un adicto a ti, por nuestros roneos. Gracias por hacerme creer que tienes mi edad, por hacerme ver determinada comida y pensar en ti, por haber sido la mejor casualidad de mi vida, por aquella cita sin hora ni fecha que pactamos. Gracias por insistir, por contestarme cada mensaje, por hacerme pensar que la mejor parte de lo nuestro era que no habría final, por hacer justo lo contrario de lo que siempre hablábamos, por llamarme profe cada vez que tenías alguna duda académica. Gracias por hacerme pensar que lo que siento, lo sentiré siempre. Gracias por qué te llegué a sentir parte de mi.

No sé hacer muchas cosas. Sé escribir cosas bonitas, sé querer y sé pedir perdón. Querida AJ he intentado que en cada conversación conmigo te sintieras especial. Perdón si no conseguí ese propósito, por si alguna vez te ha dado pereza hablarme o has querido mandarme a la mierda. Perdón por si en algún momento no te han hecho gracia mis vaciles, mis consejos o mi pensamiento. Perdón por quererte como te quiero, por imaginarme cosas que no tendría. Perdón si te he echo daño o si te he dado pena. Te pediría perdón por cada cosa que te he echo y no te sentó bien.

No quiero lamentar perder todo lo que me proporciona. Me gustaría retroceder en el tiempo y estar bien. Noto que me falta la sensación de estar como siempre con ella...

Comentarios

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO XIV: Abecedario de virtudes