CAPÍTULO XX: Últimos días

Durante las últimas semanas me estoy sintiendo muy especial. De 365 días que tiene un año, normalmente me siento bien con ella como mínimo 365, es decir, todos. Bendita suerte la mía la de estar en su vida, pero esta vez tengo sensaciones diferentes que van más allá de un simple "estar muy bien". Mi comodidad y mi mejoría respecto a la situación es mérito suyo. Estos últimos días está más dulce, cariñosa, atenta, sin perder su esencia y forma de ser habitual.

Estoy convencido que ella no verá ese "cambio" que yo percibo. Esta situación bajo mi punto de vista es así de irregular y cambiante. Noto variaciones donde quizás no las hay, pero mi forma de ver la realidad ha cambiado positivamente. También siento que sus ganas de hablar conmigo van a más. Cabe decir que ella y yo nos hablamos todos los días del año desde que nos despertamos hasta que nos acostamos. Podemos hacerlo, nos contamos secretos, confesiones, nuestro día a día, reímos y nos ayudamos. Es imposible aburrirse y además no hablamos por obligación, sino porque nos necesitamos. Yo necesito mi dosis de AJ diaria, sin ella sentiría un vacío tremendo e imagino que ella tiene mi misma necesidad, pero a la inversa. A lo que voy, estos últimos días noto conversaciones más directas, sin largos ratos de espera por una contestación. A mi el tiempo que tarde una persona en responder no me importa, pero cuanto menos tarde, mejor. En estos últimos días nuestras conversaciones son como un partido de tenis. Soy un privilegiado, porque estoy gozando de parloteo fluido y continuado con una chica increíble.

Como muchas veces he dicho soy fan de pequeños detalles. A mi hasta un emoticono suyo me hace sentir especial. Es la única persona en el mundo capaz de cambiar mi estado de ánimo en segundos. Con un "te quiero" me hace sentir la persona más feliz del mundo o con un "no, yo te quiero más" me convierte en el rey del mundo. Y esto, en los últimos días se está repitiendo con mucha frecuencia. La consecuencia de estos maravillosos últimos días es lógica: cada día que pasa estoy más enamorado de ella y no me arrepiento de estarlo, porque a medida que pasa el tiempo indirectamente me confirma que chicas como ella, no voy a encontrar ninguna.

Queridos lectores, sé que en el último capítulo os hablé de poca fe y mínima ilusión. Quiero pediros perdón, porque mis sensaciones cambian según las circunstancias. Ella me contagia su esperanza de verme. Mi corazón tiene nombre y apellidos, y llevan los suyos. Hace días que no tengo esas sensaciones frustrantes. Mi corazón manda y me ordena luchar por ella. Con los años veremos que pasa, pero si me equivoco, habrá sido un placer equivocarme con ella.

Comentarios

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO XIV: Abecedario de virtudes