CAPÍTULO XIX: Poca fe

No poder controlar lo que uno siente es complejo. Si pudiera volver atrás intentaría medir de forma distinta mi amor hacia ella. Me estoy vaciando en algo que no conseguiré nunca. Sin embargo, últimamente estoy haciendo un ejercicio de consciencia y por eso a medida que van pasando los días mi ilusión se va apagando.

Conocía los riesgos de enamorarme y aún así decidí tomarlos. Supongo que eso forma parte del amor verdadero, te vuelcas por lo persona que quieres sin valorar tu situación personal. Me lancé sin paracaídas a por ella, sin medir consecuencias ni repercusiones. Aún sigo en el aire y sé que me voy a hacer daño. Llevo demasiado tiempo detrás de alguien que quiere a otra persona y yo, mientras tanto, estoy rechazando y desestimando opciones que tengo cerca, aunque no me arrepiento de ello. No me interesa lo de aquí, me apasiona ella. Solo ella...

No puedo creer en mi cuando me transmite que está flechada de otro chico. Este hecho hace que mis esperanzas se vayan reduciendo a unos mínimos atroces. No voy a darme cabezazos contra una pared por no conseguir lo que pretendo, sé que con el tiempo quedará en mi el esfuerzo que hice y quizás en ella permanezca el recuerdo de haber perdido un tren que solo pasa una vez. La sensación de no llegar a cumplir mi sueño la llevo bien. En un principio entraba en mis suposiciones, sabía del peligro y la dificultad que tenía la situación. Aunque desde un inicio siempre había soñado con un final hermoso y pensaba seriamente que podía llegar a cumplirlo, a hacerlo realidad.

Me gusta que me traslade esa imagen de chica centrada y enamorada. No obstante, eso choca con la idea que tengo de ir a verla.Ya no digo salir con ella, ya voy a un escenario que no tendría por que haber ningún inconveniente en llegar a darse, como es ir a verla, pero sé que eso a ella ya le supone un riesgo. No quiero ser un problema o un obstáculo. No quiero que haga de malabarista por verme. Y sé que si voy, va a tener que hacer un regate a su novio que ni Cristiano Ronaldo. Desde que me dijo que necesitaba verme, solo vivo pensando en cumplir ese momento, pero que tenga que hacer tanto esfuerzo por conocerme, no me gusta. Hasta me resta ganas de ir allí, porque sé que ella no estaría cómoda y yo, para ir y que no esté a gusto, no me muevo. Estaría pensando todo el rato en su chico y además lo notaría y sería una situación de lo más surrealista. He perdido la fe hasta de ir a verla...

Comentarios

Entradas populares de este blog

CAPÍTULO XIV: Abecedario de virtudes